Seguro que conoces al menos a una persona, hombre o mujer, que gusta a todo el mundo. Los demás escuchan cuando ellos hablan y se marchan de su lado con una sonrisa en la boca. Y aunque no son los más guapos, hechizan al sexo opuesto y además suelen conseguir lo que quieren. Son personas que tienen “algo”, ese “je ne se quoi” que parece mágico y los convierte en seductores natos.
Se llama carisma. En los diccionarios más antiguos se dice que la persona con carisma es la que está “tocada por Dios” Una definición más moderna y pragmática afirma que el carisma es “la fascinación o encanto que algunas personas ejercen sobre las demás”.
Entonces, ¿acaso el ejercer este hechizo está solo al alcance de unos pocos? Claro que no. Solo hay que aprender lo que podríamos llamar el arte de ser seductor, encantador e inolvidable.
Estas claves y un poco de práctica te ayudarán a superar los miedos y creencias que te limitan, aprendiendo a mostrarte más relajado, seguro de ti mismo, cercano a los demás y encantador:
· Sonríe. Recuerda que el miedo al rechazo está muy presente en casi todos nosotros. Por eso, la sonrisa envía el mensaje de que aceptamos al otro o él nos acepta, y además es contagiosa. Por el contrario, la falta de sonrisa no es neutra: manda un poderoso mensaje de rechazo.
· Entrena la mirada. La gente seductora lanza miradas que borran cualquier temor y hacen sentir al otro admirado, capaz… único. Es una mirada abierta y expresiva, pero no impertinente. Procura mirar en ángulo, porque de frente y muy fijamente intimida. Si te cuesta sostener la mirada, dirígela al entrecejo. En cualquier caso, no apartes tus ojos porque ocurre como con la sonrisa: no mirar hace que el otro se sienta rechazado y hasta invisible.
· Modula tu voz. Las voces miedosas pierden aire al terminar las frases, y el mensaje que lanzan no es convincente. Pero una voz carismática es fuerte, flexible y entusiasta. Además, esa voz mejora tu estado emocional y el de quienes te escuchan, y genera confianza. Para tener mejor voz puedes cantar, vocalizar, grabarte y escucharte después.
· Comunícate bien. Se trata de que aprendas a disfrutar interactuando con los demás. Si eres tímido, procura focalizar la atención en hacerle preguntas al otro en lugar de pensar en tu miedo, y pronto te sentirás más a gusto. En general, procura pensar dos veces antes de hablar para tener una idea clara de lo que quieres decir y sé ameno. Es decir, procura hablar de forma asertiva sin incluir muletillas o palabras vulgares, sin pedir perdón o contradecirte a ti mismo.
· Aprende a escuchar. De todas las cualidades de una persona carismática, esta es la que más impacta. Vivimos en un mundo rápido donde las prisas y la incomunicación hacen que a menudo las interacciones sean superficiales. Si te conviertes en una persona que sabe escuchar, prestar atención a los demás mientras estás con ellos, abriéndote de verdad a lo que tienen que decirte e interesándote por lo que te cuentan, ten por seguro que no te olvidarán.
· Cuida tu imagen. No se trata de que te vistas de alta costura, sino de que le eches un poco de psicología a tu arreglo personal. Así, con solo mirarte, los demás sabrán qué quieres transmitir. Es como un filtro. Y varía tu imagen siempre que quieras: no es lo mismo vestirse para una primera cita que para pedir un aumento de sueldo.
· Sé generoso. Nunca confundas carisma con manipulación. Los manipuladores pueden resultar seductores, pero a la larga resultan dañinos para sí mismos y para los demás. El carisma que verdaderamente enamora es el de la persona capaz de regalar sonrisas, palabras de aliento, una mirada cálida, un detalle…
· Potencia tu sello personal. Tu manera de vestir, un físico poco corriente, un modo particular de contar historias… Piensa en qué te distingue y haz de ese rasgo tu sello personal. Aquí vale inspirarse en otras personas, siempre y cuando luego puedas hacer tuya esa cualidad.
· Practica. Ser carismático es una actitud. Consiste en elegir potenciar lo mejor de nosotros mismos y de los demás. Eso requiere conocerse a uno mismo y practicar con ahínco. Recuerda que tampoco pasa nada por tener un día malo. Permítetelo y vuelve a sonreír cuando te sientas mejor.