Existe cierta tendencia de las personas a juzgar a los
demás, siendo la mayor parte de las veces, un juicio equivocado. La explicación
de esta conducta es el hecho de que proyectamos en los demás nuestros propios
defectos y les juzgamos por algo que está presente sobradamente en nosotros
mismos.
Si en lugar de criticar, nos paramos a auto-observarnos
caeremos en la cuenta de que hemos reflejado en esa persona que nos cae mal un
defecto nuestro. De esta forma estamos interpretando erróneamente actitudes ajenas
o calificando de manera equivoca a otras personas. Aquello que llevamos en
nuestro interior se lo cargamos a otro, le colocamos a los demás aquello que no
somos capaces de asumir como propio, lo cual nos convierte en injustos y esta
actitud hace que nos amarguemos la vida o que se la amarguemos a otros. Sucede
también, que nuestra concepción del otro se torna más rígida, anulando la
totalidad de su ser y potenciando únicamente aquéllas situaciones o actitudes
que corroboran la imagen que nos hemos hecho de esa persona.
Luego la manera en que juzgamos a los demás es una extensión
de cómo nos vemos a nosotros mismos, y generalmente, no nos damos cuenta de que
solemos ser excesivamente críticos y exigentes en esa visión. Debemos aprender
compasivos con nosotros mismos para así desarrollar una mayor tolerancia para
con el prójimo.
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