Últimamente ando más despacio, por pura necesidad, aún así,
tengo la sensación de que todo a mí alrededor se ha ralentizado. Puede que sea
solo cuestión de supervivencia, pero estos días en que mis pulsaciones van más
lentas de lo habitual, he encontrado otras maneras de vivir el día a día y de
valorarlo.
A veces necesito un suave empujón para no quedarme varada en las
arenas movedizas del estancamiento. Es entonces cuando la línea del horizonte
atraviesa el tiempo
en dirección contraria y el infinito alcanza mis sentidos, más allá de
cualquier realidad.
Mi voz comienza a resonar en mi
interior y mi alma vuelve a expresarse a trompicones, sin la fluidez ni la
seguridad que ofrece el silencio, pero aceptando el nuevo reto que va tomando
forma.
Nuestra capacidad de adaptación
es inmensa, lo único que necesitamos para comprobarlo es que la vida nos ponga
a prueba y aceptemos el reto.
La tarde está rica, se antoja
hacer de todo... y es que el clima se presta para lo que se me ocurra... una
caminata estaría bien y así iré avanzando...
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